Joan Maristany, el pirata que saqueó la Isla de Pascua
Media: National Geographic
Escriu: Joan de Déu Prats
Ref.- El Gran Llibre dels Exploradors Catalans
El pirata del Pacífico Joan Maristany, capitán de velero durante la época en que la costa catalana era un vivero de astilleros, ha pasado a la historia como uno de los piratas más importantes del siglo XIX. Maristany acabó de filibustero en los Mares del Sur donde depredó sus islas. Esta es su historia.
En la plaza del Duque de Medinaceli, en el Barrio Gótico de Barcelona, delante del Moll de la Fusta, se eleva una columna en cuya cúspide se halla la estatua de un corsario: Galceran Marquet, marino, mercader, conseller de la ciudad, vicealmirante y corsario. En 1331 zarpó con una coca de tres puentes armada hasta los dientes, con la orden de ejercer el corso. Se apoderó de una galera pisana y otra genovesa. Pero un corsario no es un pirata. No asalta barcos y posesiones de naciones enemigas en guerra. Un pirata no tiene bandera. Es un ladrón de mar, a pesar de su aureola cinematográfica.
A bordo de la corbeta Rosa y Carmen, Joan Maristany ejerció el oficio de pirata y negrero. Era un excelente y reconocido marino que provenía de una ilustre estirpe de capitanes de la marina mercante de la comarca del Maresme.
Nos hallamos en la segunda mitad del siglo XIX. El tráfico de esclavos ya había sido abolido y los navíos ingleses, policías del mar, vigilaban las aguas atlánticas. De manera que los últimos esclavistas buscaron otros lugares para depredar. El capitán Joan Maristany fue uno de ellos y el Carmen y Maria representó una auténtica pesadilla para muchas islas polinesias, verdaderos paraísos de los Mares del Sur.
En aquellas aguas también operaban otros blackbirders, como se conocía a los cazadores de esclavos. Había yanquis, irlandeses, portugueses, italianos, chilenos, peruanos, franceses, malteses, españoles y catalanes. Como el capitán Miquel Grau, que actuaba al norte de las islas Cook. O el capitán Ripoll, que embarrancó en las islas Tonga.
A treinta días de navegación rumbo sur desde el puerto peruano de El Callao, donde operaban muchos piratas y negreros, se hallaba una isla remota, Rapa Nui, más conocida como la isla de Pascua, donde se yerguen los misterios moais. Desde El Callao, Maristany apresaba nativos de pequeñas islas y atolones del Pacífico que se encontraban fuera de la jurisdicción de las potencias coloniales. Se trataba de un auténtico bucanero de novela romántica. De semblante duro, le faltaba un ojo, y de carácter de mil demonios. Siempre llevaba su fusil sujeto al hombro, varios revólveres al cinto y un cuchillo de cazador. Era implacable y vengativo. Así es como lo describen las crónicas. Corría el rumor que se había dedicado al tráfico de esclavos en África. Su tripulación la formaban unas veinte personas, la mitad catalanes. Una mezcla de desertores, balleneros, arponeros, renegados y aventureros atraídos por los mares del Pacífico Sur, tan bien descritos por Robert Louis Stevenson. En la misma época actuaba también el capitán Bully Hayes, pirata que operaba por Nueva Zelanda, Australia, Samoa, Fidji y las Carolinas, inmortalizado por Tommy Lee Jones en el film Los Piratas de las islas Salvajes.
Masacre en la Isla de Pascua
El 23 de diciembre de 1862, una nueva cacería estaba a punto de comenzar. Una flota esclavista bajo las órdenes de Maristany llegó a la Isla de Pascua. Realizaron una expedición de asalto de madrugada. Esparcieron por las playas cuentas y bagatelas. Los nativos, unos quinientos, acudieron curiosos. Entonces, Maristany disparó su revólver al aire y los tripulantes armados descargaron diferentes ráfagas. Murieron diez rapanuis. Unos 200 nativos fueron capturados y embarcados.
Dos de los veleros volvieron a Callao, ya que transportaban también un gran botín humano de otras islas. El resto de la flota siguió hacia la polinesia occidental, a más de 4.000 kilómetros, para capturar más carne humana. Muchos de los nativos secuestrados murieron de disentería.
Retornaron al puerto de El Callao después de un periplo de siete meses, con más de 18.000 kilómetros navegados, una proeza náutica si no fuese por la misión macabra que acometían. Maristany siempre acorralaba los habitantes de las islas a punta de fusil y los amontonaba encadenados con grilletes en las bodegas de los veleros.
Entre 1862 y 1864, la flota esclavista de El Callao capturó más de 5.000 polinesios de los cuales un tercio procedían de Rapa Nui. Algunos, reclutados con engaños o ilegalmente, otros a punta de fusil.
Se podría decir que Maristany, como otros traficantes, fueron un precedente de las redes de introducción de inmigrantes ilegales. Los reclutados eran destinados en régimen de esclavitud a faenas domésticas, agrícolas, minería, recolección de guano o prostitución. Muchos morías de graves enfermedades.
A partir de 1861, la piratería fue considerada un crimen que se pagaba con la ejecución. De hecho en 1862, Perú decretó que ningún barco podía transportar ni desembarcar a nadie sin un contrato firmado voluntariamente.
Debe decirse que muchos rapanuis capturados murieron de varicela. Los pocos sobrevivientes, liberados gracias a la intercesión del arzobispo de Tahití, contagiaron al resto de nativos de la isla de Pascua cuando lograron regresar. Y la población quedó diezmada. La isla, además, había perdido a su clase dirigente, sacerdotes y familia real, que murieron secuestrados lejos de la isla.
Billy Hayes fue capturado en las Filipinas. Maristany pudo huir y murió tranquilamente en su casa del Masnou, Barcelona, en 1914, cuando contaba 84 años. En las crónicas de la época era conocido como Marutani, una deformación de su nombre. Un apelativo que atemorizó generaciones enteras en aquella isla.
Como compensación poética a la catástrofe genocida de Marutani, en pleno siglo XX desembarcó en la isla otro catalán, Antoni Pujador, apasionado de la cultura rapanui. Llegó a ser el representante oficioso de los rapanuis en el mundo. Les ayudó a tener la titularidad de su tierra y obtener una autonomía política, y, con otros expertos, confeccionó el primer mapa moderno de la isla. En el año 1987 fue nombrado miembro del Consejo de Ancianos de la Isla de Pascua, único integrante no nativo de la asamblea. Pujador descansa en el cementerio de Hanga Roa, capital de la isla. En su lápida está inscrito “reposa entre otros dirigentes de la isla que han construido su Historia”. Maristany debe removerse en su tumba.
* Joan de Déu Prats es un escritor especializado en libros de mitos y leyendas, tradiciones e historia de Catalunya y acaba de publicar el libro El Gran Llibre dels Exploradors Catalans.